martes, 22 de febrero de 2011

Educar sin gritar.

El psicólogo, docente y especialista en Psicología Educativa Guillermo Ballenato nos cuenta en su libro "Educar sin gritar" algunas claves para la educación de nuestros hijos.

«Reflexionar sobre la educación es adentrarnos en nuestra propia forma de ser y
de concebir el mundo. Nos ayuda a conocernos un poco mejor, a descubrir de
qué modo establecemos y mantenemos esas relaciones humanas tan estrechas.
Optimizar la convivencia en el entorno familiar es una de las mejores
contribuciones que podemos hacer al equilibrio y al desarrollo social de todos y
cada uno de los miembros de la familia.»
«Educar a los hijos no es sólo una cuestión de toma de conciencia o adquisición
de determinados conocimientos. Nuestros buenos sentimientos no nos convierten
automáticamente en buenos educadores. Educar requiere de un esfuerzo
consciente en el que con frecuencia será necesario revisar nuestras actitudes,
aprender a conocernos mejor y a conocer, entender y descubrir a nuestros hijos,
modificar hábitos a veces muy arraigados, revisar determinadas habilidades
sociales que se ponen en juego en nuestra relación con nuestros hijos.»

EL VALOR DE LA EDUCACIÓN

El autor incide en el hecho de que la educación no debe concebirse «sin la idea de
intercambio, de relación y de comunicación con el otro»
. Para Ballenato, la principal
referencia en la complicada labor de la educación está en el entorno más cercano:
«Las personas que están en él, generalmente padres y hermanos, son poderosos
modelos que nos van mostrando conductas, pautas de interacción, estrategias para
resolver problemas. Nos transmiten formas de hablar, ideas acerca del mundo,
creencias, valores…»

Según el psicólogo, aprender a educar es un acto de prevención porque «resulta más
difícil intervenir cuando el conflicto ya se ha desatado, la situación se ha enquistado, y
sus consecuencias han empezado a enturbiar la dinámica de las relaciones familiares»,
y añade que los tres primeros años de la vida resultan decisivos en este sentido:
«Constituyen una etapa en la que el niño comienza a construir su imagen del mundo y
va configurando su forma de interactuar con él. Es un periodo crítico en el que las
experiencias que se han vivido dejan una huella importante.»

El papel de la familia es primordial, pero hay que tener en cuenta que la familia ha
sufrido grandes cambios en los últimos años. En este sentido, el autor aconseja a los
padres un ajuste a las nuevas circunstancias: «Cuidar las necesidades básicas,
asegurar el bienestar emocional y el desarrollo psicológico, socializar, inculcar valores
y desarrollar la autonomía.»
También pone Ballenato especial énfasis en el hecho de
que cada persona es única, cada hijo es diferente, tiene su propia personalidad «y
muestra cualidades y limitaciones que le distinguen claramente de sus hermanos y de

los demás niños». Por eso, la ecuanimidad es importante en la educación de los hijos,
procurar «un trato imparcial, lo más justo posible, adaptado a las circunstancias
específicas de cada persona»
, añade.
Recuerda en este apartado el psicólogo que no existe una estrategia única e infalible
para educar a nuestros hijos: «En el entorno familiar aquellos individuos, parejas y
familias que muestran más flexibilidad obtienen una calidad mucho mayor en las
interacciones diarias. Una actitud flexible abre las puertas a una convivencia más
sana.»
No obstante, Ballenato opina que la aplicación rígida de técnicas educativas no
suele dar los frutos deseados. Tampoco sirve de mucho en la educación de los
pequeños los sentimientos de culpabilidad. Pensar que los problemas de nuestros hijos
son una respuesta a nuestra conducta hacia ellos es un error porque «somos seres
humanos, y no somos infalibles». «A perdonar se enseña perdonando, comprendiendo
las equivocaciones, disculpando los errores. Es difícil perdonar a los hijos cuando el
nivel de exigencia e intransigencia es desproporcionado. E igualmente será difícil
enseñarles a disculpar también a los demás si los padres no son capaz de perdonarse
a sí mismos por sus errores»
, añade.

EL EJERCICIO ADECUADO DE LA AUTORIDAD

«En las últimas décadas, intentando encontrar la forma más adecuada de educar, se
ha pasado del “ordeno y mando” a negociarlo todo. Caemos en una especie de
diálogo entre “desiguales” que, en una errónea pretensión de aparente
correspondencia, termina por consentir en todo lo que el niño reclama. Hay un
continuo entre la amenaza autoritaria y la tolerancia permisiva»
. Ballenato constata en
su última obra que muchos padres evitan el conflicto cediendo. Por eso es importante
en los tiempos que corren definir y reflexionar sobre el uso de la autoridad: «Es
necesario precisar que al hablar de autoridad en la educación no estamos
refiriéndonos a ella como sinónimo de dominio, superioridad, fuerza, jerarquía o
prepotencia. En realidad, estamos haciendo alusión a un verdadero poder de influencia
positiva sobre el hijo.»

El autor afirma que la autoridad se adquiere, se gana y se tiene que mantener.
Además, subraya como elementos básicos del crédito especial de la autoridad la
competencia, el sentido de la justicia y la coherencia. «La autoridad bien ejercida
logrará el respeto del hijo sin anular su individualidad, sin constreñir su personalidad.
Entre la represión y la permisividad seguro que sabremos encontrar la justa medida, la
precisa y necesaria combinación de exigencia y tolerancia, de firmeza y diálogo.»
Las
normas son fundamentales en la aplicación de esa autoridad tan necesaria y, en este
sentido, para el psicólogo es prioritario enseñar a los hijos a comprender el sentido de
las reglas, respetar las mismas, apreciar las consecuencias de su conducta, aceptar las
frustraciones, diferir las gratificaciones y aplazar las recompensas, aprender de los
errores y ejercitar el autocontrol de sus impulsos.
Según Ballenato, el método más adecuado para una buena educación es el
democrático y participativo, basado en la recompensa, los esfuerzos, el reconocimiento
y la alabanza: «Los padres que presentan este estilo educativo se muestran afectuosos
con sus hijos, así como interesados y comprometidos decididamente con su educación.
Contribuyen de este modo a fomentar progresivamente la autonomía del hijo, y a
desarrollar su personalidad y sus capacidades.»

En este apartado se trata también el siempre polémico tema del castigo. Ballenato
considera que su utilización debe llevarse a cabo cuando han fracasado otras
opciones. Pero su aplicación debe condicionarse para cimentar su eficacia:
considerarlo como algo excepcional, un hecho puntual y no reiterativo; que existe
acuerdo entre ambos progenitores en su aplicación; la conducta de los padres debe ser
un ejemplo para el hijo; debería ser acordado previamente y comprensible; también
inmediato, aplicado en el momento y con suavidad; además debe tenerse en cuenta
por los padres que sea justo, equilibrado.
Asimismo, Ballenato afirma que antes de llevarlo a cabo, se debería asegurar que el
niño conoce la conducta alternativa, así como haber realizado un esfuerzo previo por
reforzar la conducta adecuada. Además, debe ser personalizada, adaptado a cada
niño, debe haber una relación de causa-efecto y enseñar algo, servir como ejemplo.
Huir de la humillación y cumplirse son los últimos requerimientos en este sentido para el
autor.

Se puede leer el artículo completo AQUÍ.
Y aquí podemos oir una entrevista muy interesante del autor. ENTREVISTA.

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