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lunes, 14 de mayo de 2012

366 días 366 relatos de Lactancia.


Hoy os quería hablar de un proyecto que me parece precioso, se trata de una iniciativa de la ASOCIACIÓN  BESOS Y BRAZOS (Asociación de Apoyo al Parto Respetado, Lactancia Materna y Crianza con Apego).
Este proyecto trata de recopilar 366 relatos de lactancia, los días que tiene este año 2012 para que ningún día se quede sin una historia que contar.
Seguro que tienes una historia que contar y ellos estarán encantados de publicarla en su blog 366 relatos de lactancia. Para ello, sólo tenéis que enviar un e-mail a la dirección besosybrazos@gmail.com.
Esta Asociación con sede en Navalcarnero (Madrid) cuenta con muchas actividades, como un Ciclo de Conferencias que comienza el próximo 19 de mayo con profesionales como Rosa Jové, Adolfo Gomez Papí, Yolanda González y David Plá.
Esta iniciativa además puede servirnos para sentirnos identificadas con las historias que en ella se cuentan o para ayudar, desde nuestra experiencia personal a que otras personas no caigan en errores y tópicos de la lactancia materna.
Os invito a pasaros y a compartir y les deseo a la Asociación Besos y Brazos mucho éxito en su bonita iniciativa.
Visto en: Bebés y más.

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Quieres contarnos tu historia?

Nuestro foro está lleno de historias unas con finales felices y otras no tanto. En estos más de 4 años hemos vivido muchas cosas, hemos compartido penas y alegrías. Hemos derramado lágrimas de emoción, de dolor, de angustia y de alegría.
Nos gustaría publicar todas esas historias, lo queremos ir haciendo con vuestro consentimiento, por eso nos gustaría que nos enviaráis vuestra historia a nuestra dirección de e-mail para que podamos publicarla aquí, siempre puede ser de manera pública o anónima.

Cuéntanos, te esperamos. Tu historia envíala a esta dirección:

viernes, 21 de enero de 2011

Esta vez sí conseguimos la lactancia.

Muchas son las mamás que intentan una lactancia y no la consiguen, en la mayoría de los casos, se trata de una falta de información y formación por parte de los profesionales de la medicina.  También la presión familiar y los "consejos de la suegra" por englobar en esta pobre mujer a todo el entorno que rodea a la recién mamá hacen en muchos casos que se haga uso del socorrido biberón.

Hoy os vamos a dejar el relato de una de nuestras foreras, el principio de su historia puede ser el comienzo de muchas de vosotras que intentó una lactancia y no la consiguió,"María", que es como vamos a llamar a nuestra amiga nos cuenta en primera persona su historia.

"Por dónde empezar…
Yo nunca me imaginé dando pecho, hasta que me quedé embarazada de mi primera hija, entonces empecé a plantearme el tema y decidí que si, que probaría a ver qué pasaba. Lei libros, me informé en foros… la teoría parecía fácil.
Llegó el día, nació la niña tras un parto estupendo, una experiencia maravillosa. Con la lactancia no fue igual, todo el día lleno de visitas en el hospital, en casa… Cuando la niña mamaba me dolía muchísimo, lloraba, gritaba de dolor, empecé con grietas, el bajón hormonal, los consejos confusos de “todo el mundo”, veía a mi niña como un monstruo, no quería ni verla, algo imposible de resistir.
A los 10 días dije basta, empecé con el biberón: ¡¡Una bendición!! Se acabó el dolor, se acabó el sufrimiento y empecé a disfrutar de mi niña. Lo juré y perjuré: En un próximo hijo NO lo intentaría, nada de pecho, directa al biberón!! Eso de los vínculos especiales… tonterías!!!
Pero tras dos años llegó de nuevo el momento, mi segundo embarazo, esta vez un niño, y primero lo tuve claro, pecho NO!! Pero no sé por qué, algo dentro de mi me pedía que lo intentara de nuevo, si la niña había merecido el intento, él ¿por qué no?
Poco a poco me fui concienciando, me fui informando otra vez. Si esta vez lo hacia, tenia que tener todas las armas en mi poder, y sin agobios, si no se puede no se puede y punto. Empecé a ir al grupo de lactancia desde los 7 meses de embarazo. Esta vez tendría apoyo, estaba más tranquila, aunque muy desconfiada de que fuera bien.
Llegó el día, mi niño nació por cesárea, por estar de nalgas. Ahora todo era más complicado, pero me puse firme, no toleré visitas en el hospital. Sólo papis y hermanos. Aunque hubo quien se lo tomó mal, lo respetaron, y fue lo mejor que he hecho en mi vida. Cada dos horas ponía al niño al pecho, estaba muy pendiente de la postura, de los labios, y aunque dolía al principio, parece que iba bien, no tuve grietas, y al salir del hospital el niño ya había recuperado peso.
A los 10 días empezó un dolor insoportable, cada vez más y más, un pinchazo horrible. La matrona del taller de lactancia en seguida me dio antibiótico, dijo que era infección bacteriana de la leche, tomaba ibuprofeno también.
Pero el dolor no remitía, así que a la tercera semana no pude más, todos sufríamos, mi marido, mi hija mayor, de verme tanto llorar, así que decidí dejarlo.
Pensando que el biberón seria mi salvación como con la niña, no fue así, me dio un bajón horrible, lloraba cuando veía a mi niño tomar el biberón, y yo por otro lado no conseguía retirar la leche y pasé una semana horrorosa. Tenia un instinto muy fuerte de dar el pecho.
A la semana de esto, cuando por fin la leche se me iba retirando, yo seguía con el gusanillo y con las ganas de seguir y un día puse al niño al pecho, pensando que lo rechazaría, cual fue mi sorpresa que se enganchó como si nada hubiera pasado, pero me seguía doliendo mucho. Así que con ayuda del grupo de apoyo y una pediatra pro lactancia, empecé de nuevo a darle dos tomas al día pecho y el resto biberón, así aguantaba el dolor. Pensé que con eso me conformaba, sólo dos tomas hasta que pudiera o se retirara la leche.
Pero poco a poco me fui animando, me encontraba mejor física y psicológicamente y fui aumentando tomas de pecho y reduciendo tomas de biberón, entre toma y toma me estimulaba con el sacaleches para que mi producción volviera a aumentar, y manteniendo una lactancia mixta hasta aproximadamente los dos meses y medio del niño, donde llegó el día por fin en que ya no me dolía!!!! Y empezamos una Lactancia Materna Exclusiva hasta los 6 meses.
Hemos pasado por más infecciones, Síndrome de Raynaud, hongos, obstrucciones de conductos… pero con ayuda y apoyo se ha ido solucionando y mi peque tiene ahora 8 meses y medio, y seguimos con la lactancia y decir que estoy encantada!!!
Ahora nuestro nuevo reto: los mordiscos por su primer diente!!
Mi visión sobre lactancia ha dado un giro de 360º. Ahora entiendo el vinculo especial que se crea. Con la niña me ofendía oir esto, pensaba que me decían que no la quería tanto, pero ahora entiendo que no se trata de quererlos más que si les damos biberón, no se, es algo interior como una necesidad física ellos de nosotros y nosotros de ellos.
Antes me parecía algo difícil, algo incómodo, doloroso, pero ahora me parece algo tan fácil, tan cómodo, tan bonito, tan especial, que tengo pánico a pensar en el día que mi niño se destete, con lo que hemos luchado por esto, yo y él, porque hay que decirlo, que él también es todo un campeón, de hecho ahora no se acuerda ya del biberón, lo escupe. Y me necesita, y a mi me encanta que me necesite. Y no dormimos por la noche aun, porque cada dos por tres quiere teta, pero qué queréis que os diga, que aunque me agota, al mismo tiempo se lo agradezco, porque es algo nuestro, suyo y mio, y de nadie más.
Y en conclusión, leyendo todo esto, antes habría pensado… pues vaya ganas de sufrir. Pero ahora no, ahora pienso que todo ha valido la pena, por llegar a saber qué era eso de disfrutar la lactancia.
Creía que nunca llegaría ese momento, pero llegó, y se disfruta, si que se disfruta!!!! Y se puede, claro que se puede!!!!!!!
Y como dice Carlos González, es tan difícil saber quién da y quién recibe…"

martes, 30 de noviembre de 2010

Relatos: Maeva, mi princesa.

Mayo usuaria de nuestro foro nos ha querido contar su relato, no es sólo un relato de parto, porque en ella encontramos mucho más que eso.
Gracias por compartirla.

No sé como empezar a contaros mi historia, bueno mejor dicho nuestra historia, porque la verdadera luchadora, la que se agarró fuerte a la vida y quiso continuar con nosotros fue ella, Maeva. Yo sólo he sido un apoyo para ella, pero sólo eso, la protagonista es mi princesa, la niña de mis ojos.

Mi recorrido empezó en julio de 2008, más concretamente el día 11, cuando me entero que estoy de nuevo embarazada, y digo de nuevo, porque las que me conocéis sabéis que había tenido dos abortos anteriores, y que a raíz de ellos me entero de que tengo una Traslocación Robertsoniana en los genes, lo que me limita la posibilidad de tener niños en un 50 % de mis óvulos, y aún conociendo este problema mi marido y yo decidimos volver a intentarlo una vez más... si este intento no va bien, lo intentaríamos por inseminación artificial, con preselección genética de óvulos. Todo va bien, un manchado en la semana 6 que al final se queda en nada, en un susto, y un embarazo bastante bueno... Un embarazo que cumple su semana 40 el 17 de marzo de 2009.
Ese mismo día acudo con mi marido a monitores, como todas las semanas desde hace como mes y medio, y al cabo del rato de estar monitorizada, la matrona me pregunta si he desayunado esa mañana, y hombre... como no!!!! Yo el desayuno no lo perdono nunca!!!!! Y entonces me dice que el monitor sale muy plano, que va a intentar con otro aparato a ver si es este que no funciona demasiado bien, pero no, con el otro los latidos de mi princesa siguen saliendo muy débiles...... Se va a llamar al ginecólogo, y me dice que finalmente han decidido hacerme una cesárea esa misma tarde, porque no querían arriesgarse a provocarme el parto, pero me dicen que todo estará bien. Que no me preocupe de nada.
Nos vamos a casa, como algo, y preparo todo, estoy que me subo por las paredes de esperar el momento, pero deseo verle la carita a Maeva, pienso que en unas horas voy a tenerla en mis brazos, y que esa noche iba a ser la más bonita de mi vida.... nada más lejos de la realidad....
Llega el momento, me preparan, me bajan a quirófano, y me despido de mi marido y de mi madre, con una sonrisa, les digo que la próxima vez que les vea voy a tener a Maeva en mis brazos, que ya queda poco para verle la cara al bichito!!!!!!!!
Todo va bien, bueno, una cesárea normal, me dice el ginecólogo, ya está, ya la tengo!!!!!! Incluso me bromea con el tema del peso, porque en la última ecografía me había dicho que Maeva pesaba 3 kilos y medio apróximadamente, y me dice que se había equivocado, que estaba más delgada.....pero que era un bombón, preciosa!!!!!!!!!! Pero yo noto entonces que algo no va bien, porque no me la enseñan, se la llevan, y yo no oigo ningún llanto....... me empiezo a poner nerviosa, tanto que me sube la tensión por las nubes, y me dan enseguida un tranquilizante, porque no paro de preguntar, y nadie me dice nada........antes de medio dormirme, la oigo llorar, eso me tranquiliza, pero no del todo.....
Al cabo de unos minutos, oigo que la gente corre, y que dicen “el marido se ha mareado, que venga alguien a pincharle un tranquilizante........ me asusto todavía más, y entonces entra la pediatra que había estado en la cesárea y me dice que Maeva ha tenido sufrimiento fetal, que ha nacido con un poco de dificultad para respirar, ya que había tragado un poco de líquido, pero que por seguridad la van a mandar al hospital de cabecera de la comarca (yo la tuve en una clínica privada), para que la tengan en la incubadora, y que mañana me enviarán a mí si quiero ir, para estar más cerca de ella. En ese momento no me dejan cogerla, porque ya está la ambulancia esperándola para llevársela, pero me dejan verla un momento, Dios mío!! Como recuerdo aquel momento, me la acercaron, era mi niña!!!! No me lo podía creer!!!! Era preciosa, la besé varias veces en sólo unos segundos, pero no olvidaré nunca su olor, olía a mi niña, y le dije “Hola Tata” y ella al oír esas palabras, que es como yo la llamaba durante todo el embarazo abrió un ojito y me miró, me dió la bienvenida a su vida!!!!!!! Me reconocía...... yo era su mamá y ella la niña de mis ojos por siempre!!!!!! En ese momento no quería llorar, quería absorver todo su olor para quedarme con él, porque esa noche no la iba a tener conmigo, pero cuando me separaron de ella, las lágrimas más amargas de mi vida me salieron de los ojos y tardaron bastante tiempo, más del que yo hubiera esperado en ese momento en dejarlos...... Ví a mi marido, allí sentado en una silla en el pasillo de los quirófanos, blanco, llorando como niño.....esa imagen tampoco la olvidaré nunca.... Nos abrazamos y yo le dije que todo iba a salir bien, eso era lo único a lo que nos podíamos aferrar, la esperanza, era lo único que teníamos.
Él se fue con mi hermana detrás de la ambulancia y estuvieron en el hospital con Maeva unas horas, hablaron con la pediatra de allí y les dijo que la veían bastante estable, que se fueran sin problemas, y que si alguna cosa ya les llamaban al móvil. Cuando volvieron todo eran palabras de aliento, mi marido estaba bastante más animado, me decía que tenía una hija preciosa, la más bonita de todas en el hospital, y que se había quedado chupándose el dedo, que todo había sido un susto, y que al día siguiente nos iríamos al hospital con ella.
Mi madre y mi hermana se marcharon y nos quedamos mi marido y yo solos, apenas hablábamos, pensando en nuestro angelito, allí sola, y desamparada, y a la vez con el miedo dentro del cuerpo porque todo fuera a salir bien. Al cabo de unas horas, con mi marido ya durmiendo sonó el móvil, no quería ni mirar de quien era la llamada, pero efectivamente era del hospital, contesté, pero a mí no me quisieron decir nada, me rogaron se pusiera mi marido, yo en esos momentos pensé lo peor, estaba desconcertada, pero al colgar mi marido me dijo que Maeva estaba peor que no podía respirar, y que la habían entubado, y se la llevaban a al UCI de neonatos de Alicante, que fuera corriendo. Se vistió con lágrimas en los ojos y se fue al hospital, donde se vió con mi hermana y juntos fueron detrás de la ambulancia del Samu que llevaba a Maeva..... mi marido luego me contó que salida de Maeva del hospital fue un mar de lágrimas, que hasta la pediatra lloraba, que era algo superior a sus fuerzas ver a la niña recién nacida en el estado en el que estaba............ y que de camino a Alicante, cuando paró la ambulancia que la llevaba, a él se le paró el corazón, pensaba que su ángel había volado........ no quería ni parar por no saber la realidad, pero no, Maeva estaba aferrada a la vida, y nada más lejos de eso.
Estuvieron casi toda la noche en Alicante esperando a que la estabilizaran, y finalmente cuando hablaron con la pediatra, se volvieron para al clínica donde estaba yo, llamando a cada hora para preguntar por mi niña, subiéndome por las paredes de los nervios de no poder estar con ella, de no saber que le pasaba en cada momento........ Al cabo del tiempo mi marido me contó que esa noche fue la más amarga de su vida, porque terminó con la charla de la pediatra que le dijo que Maeva estaba realmente mal, que necesitaba sobrevivir a sus 72 primeras horas de vida, que hasta ese momento no podían darle garantías de nada......... y eso él en ese momento no me le dijo, cosa que le agradezco porque sino no sé si lo hubiera podido soportar.
A la mañana siguiente pedimos el traslado al hospital de Alicante, nos lo concedieron y a media mañana estaba ya en Alicante, quería subir a la hora de la visita a ver a mi niña, pero no me dejaron, subí por la noche, y bueno, cuando la ví, sentí una tristeza muy grande, allí estaba mi niña, solita dentro de la incubadora llena de cables y tubos, sin ni siquiera abrir los ojitos, la miré, le hablé, y yo creo que me oyó, siempre he pensado que ella notaba mi presencia en todas las visitas, sobretodo en las primeras, en las que estaba tan mal.......... Los siguientes días fueron difíciles, no podía dejar de llorar cuando subía a esperar la visita, y cuando me marchaba lo mismo, le tocaba la manita, le cantaba nuestra canción de cuna, y algunas de las veces se giraba hacia donde estaba yo.... eso me llenaba de alegría.
Después de esto un momento difícil fue cuando me dieron el alta en el hospital, no pude dejar de llorar durante todo el camino a casa, me iba a casi 100 km. de mi princesa, ese fue una vuelta a casa muy triste, como todos los demás días, ya que estuve 21 yendo de casa al hospital para estar con mi princesa, habían días más buenos que otros, algunos llorando, otros sin ganas de nada, otros esperanzadores y maravillosos, como el día 26 de marzo de 2009, 9 días después de nacer pude coger a mi princesa en brazos por primera vez!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Hasta ese momento había notado mis brazos y mi regazo vacíos, me sentía incompleta, pero el calvario poco a poco iba tocando a su fin.......... cuando la enfermera que la vigilaba me ofreció cogerla sentí una emoción inexplicable, la cogí, y no me lo podía creer, tenía a Maeva en mis brazos, era preciosa, no podía dejar de basarla, arrullarla, era mi niña!!!!!!!!!!!!!!!!!!! A partir de ese día empecé a entrar a las tomas, al principio a tenerla en brazos, y luego poco a poco a ir dándole biberón, porque Maeva había perdido el instinto de succión y había que enseñarla desde cero...... El primer día que la tuve en brazos, fueron dos horas, pero a mí me parecieron dos segundos, no podía dejarla en la cuna, no me atrevía a que se terminara aquello, si ese momento era un sueño....no quería despertarme, había estado demasiado tiempo sin sentir a mi niña.
Nos costó un poco, pero finalmente mi campeona demostró lo que era, y consiguió tomarse un biberón........... hasta el 10 de abril de 2009, en el que le dieron un permiso para ir a casa durante dos días a ver si comía mejor, porque la notaban muy nerviosa allí, y muy bien!!!!!! En la revisión había engordado!!!!! Otro permiso más de 2 días, y engordaba más!!!!! Hasta que finalmente el 14 de abril de 2009 tuvimos el alta definitiva de la UCI de Neonatos!!!!!!!! Que desde aquí quiero darles las gracias porque se portaron fenomenal con nosotros y con Maeva, que sin ellos, este cuento podría haber tenido otro final muy diferente al que ha tenido, gracias de todo corazón, porque vuestro trabajo se transforma en milagros vivientes.
A partir de ese momento fue una peregrinación de médicos, rehabilitaciones, etc..... pero todo esto ha valido la pena, porque tenemos una niña preciosa, muy sana, que derrocha alegría. A veces la miro y pienso que tengo mucha suerte de tenerla aquí conmigo, que los milagros existen, y que ella es una prueba viviente, deciros que al alta de Maeva teníamos muchas posibilidades de que se hubiera quedado con secuelas para siempre, como retraso mental, o físico, y que ahora tener a la niña sana, alegre, viva y trasto como le digo yo, pues es todo un regalo del cielo. Deciros que yo siempre, ante esta duda tuve toda la esperanza del mundo, y pensé que hasta que no lo viera iba a pensar que mi niña estaba perfectamente. Y así ha sido.
Yo le digo “¿Quién es el trasto de la mamá?” y ella me responde “YO”, la protagonista de este cuento con final feliz, la niña de mis ojos, la sonrisa que me ilumina por las mañanas, y por la que he luchado y lucharé siempre.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Lactancia Materna en Mongolia

Paseando por la red he encontrado en el blog Mimos y Teta un relato de Ruth Kamnitzer traducido por Ana Isabel Chinchilla  publicado originalmente en www.drmomma.org   

En el relato Ruth cuenta  que se traslada de Canada a Mongolia con su esposo y su hijo lactante y cómo el concepto de la lactancia prolongada es tan diferente en este país a lo que estamos acostumbrados en el nuestro, por ejemplo, o en cualquier otro país desarrollado.

Esta es su historia.
Ruth Kamnitzer y su hijo.

Hay en Mongolia un dicho muy utilizado que afirma que los mejores boxeadores toman leche materna durante al menos seis años, afirmación muy seria para un país en el que el boxeo es el deporte nacional. Me trasladé a Mongolia cuando mi primer hijo tenía cuatro meses y viví allí hasta que cumplió tres años.
Criar a mi hijo en aquellos primeros años en un lugar donde la actitud hacia la lactancia materna es tan radicalmente diferente de las costumbres que prevalecen en Norteamérica me abrió los ojos a una visión completamente diferente de cómo podría ser todo. Los mongoles no solamente prolongan la lactancia materna, sino que además lo hacen con más entusiasmo y menos inhibiciones que casi nadie de los que había conocido hasta entonces. En Mongolia, la leche materna no es sólo para bebés; no se trata sólo de nutrición y definitivamente no es un tema sobre el que se imponga la discreción. Es la madera de la que estaba hecho Genghis Khan.
Al igual que muchas madres primerizas, no había pensado demasiado sobre la lactancia antes de tener a mi bebé, pero minutos después de que mi hijo Calum saliera, se agarró a la teta y durantelos siguientes cuatro años no parecía nada dispuesto a soltarse. Tuve suerte, porque en muchos aspectos la lactancia nos resultó sencilla: ninguna grieta en el pezón, rara vez un pecho ingurgitado. Mentalmente las cosas no eran tan sencillas: a pesar de lo mucho que amaba a mi bebé y disfrutaba del vínculo que nos ofrecía la lactancia, en ocasiones resultaba insoportable. No estaba preparada para la magnitud de mi amor por él ni para la intensidad de su necesidad de mí en exclusiva y de mi leche. “No le permitas que te convierta en un chupete humano”, me advirtió una enfermera canadiense pocos días después del nacimiento de Calum, que mamaba a todas horas, pero yo repasaba todos los posibles motivos de su llanto (¿gases?, ¿pañal? ¿infraestimulación? ¿sobreeestimulación?) y por lo general acababa dándole teta de nuevo. Me preguntaba si hacía bien.
Entonces me trasladé de Canadá a Mongolia, donde mi marido llevaba a cabo unos estudios sobre vida salvaje. Allí los bebés están siempre envueltos en varias capas de gruesas mantas, atados con cuerda como un paquete que no quieres que se rompa en el correo. Cuando un paquete murmura, se le pone un pezón en la boca. No se les cambia muy a menudo y nunca se les hace eructar. No hay ni siquiera una manos en las que poner un sonajero. Por supuesto, no hay ratitos boca abajo. Los niños permanecen envueltos hasta al menos los tres meses, y cada vez que emiten un sonido, se les da de mamar.
Esto resultaba interesante. A los tres meses, los bebés canadienses ya tienen actividades sociales, incluso natación. Algunos aprenden a “calmarse solos”. Yo daba por sentado que había muchos motivos por los que un bebé podía llorar y que era mi trabajo averiguar la razón y darle la solución adecuada. Pero en Mongolia, aunque los bebés puedan llorar por muchos motivos, sólo hay una solución: leche materna. Dejé de darle vueltas e hice lo mismo.
En Canadá la lactancia materna aún está rodeada de cierto misticismo, pero en realidad no estamos demasiado acostumbrados a ella. La lactancia se realiza en casa, en grupos de lactancia, quizá en alguna cafetería: rara vez se ve en público y desde luego nosotros mismos no tenemos recuerdos conscientes de haber sido alimentados con pecho. A esta íntima actividad entre madre e hijo se la trata con secretismo y educadas miradas hacia otro lado, y se considera casi igual que las demostraciones públicas de intimidad en una pareja: no es tabú, pero sí que causan ligera incomodidad y son educadamente ignoradas. Cuando el silencioso y angelical recién nacido se convierte en un niño activo resuelto a comunicar a todo el mundo lo que está haciendo a cada momento, bueno, entonces esos ojos se apartan con mayor rapidez e intensidad, a veces con el ceño fruncido.
En Mongolia, dar el pecho en público, en lugar de relegarme a la sección de “sólo mamás”, me puso decididamente en el centro de atención. Su práctica universal de dar pecho en cualquier momento y lugar, así como la cercanía en la que la mayoría de los mongoles vive, implica que todos están acostumbrados a ver un pecho en acción. Les alegraba ver que hacía las cosas a su manera (que por supuesto era la manera correcta).
Cuando daba pecho en el parque, las abuelas me brindaban sus historias sobre cómo habían alimentado a sus doce hijos. Cuando daba pecho en el asiento trasero de los taxis, los conductores levantaban sus pulgares por el retrovisor y me aseguraban que Calum se convertiría en un gran boxeador. Cuando paseaba por el mercado acunando a mi hijo en mis brazos mientras mamaba, los comerciantes me hacían un sitio en su puestos y le decían al niño que se lo bebiera todo. En lugar de mirar a otro lado, la gente se inclinaba sobre Calum y le besaba la mejilla. Si se soltaba de la teta en respuesta a la atención recibida, dejando mi pecho chorreando y completamente expuesto, no pasaba nada. Nadie se quedaba mirando, nadie apartaba la vista: simplemente se reían y se limpiaban la leche de la nariz.
Desde que Calum tenía cuatro meses hasta los tres años, allá donde fuera, oía una y otra vez lo mismo: “La teta es lo mejor para tu bebé, lo mejor para ti” La aprobación constante me hacía sentir que hacía algo importante que interesaba a todos; exactamente la clase de aprobación pública que *toda* madre reciente necesita.
Para cuando Calum cumplió los dos años, yo ya había descubierto lo útil que podía ser la lactancia materna. Nada hace que un niño se duerma más rápido, alivia el aburrimiento de un largo viaje en coche, o calma una tormenta que se cierne, tan rápidamente como una poca leche calentita de mamá. Es la ayuda más útil para la madre perezosa, y yo creía que le daba todos los usos, pero los mongoles lo llevaban más lejos.
Durante los inviernos mongoles, pasaba muchas tardes en en el yurt de mi amiga Tsetsgee, huyendo del frío glacial de fuera. Fue instructivo comparar nuestras técnicas de crianza. Cuando estallaba una pelea por los juguetes entre nuestros hijos de dos años, mi primera reacción era restablecer la paz distrayendo a Calum con otro juguete al tiempo que le explicaba los principios de compartir las cosas, pero esto llevaba tiempo y una media de éxito de tan sólo un cincuenta por ciento, En el restante cincuenta por ciento de veces, cuando Calum no quería dar su brazo a torcer y su frustración aumentaba hasta el punto de ebullición, lo cogía y le acunaba en brazos para amamantarle.
Tsetsgee tenía una táctica diferente. Al primer murmullo de discordia, se levantaba la camisa y empezaba a menear sus pechos con entusiasmo, diciendo: “¡Ven aquí, cariño, mira lo que tiene mami para ti!” Su hijo apartaba la vista de los juguetes para mirar las dianas de sus pechos y siempre se iba hacia ellos.
¿Media de éxito? Cien por cien.
Para no ser menos, adopté la misma estrategia. Allí estábamos, dos madres agitando los pechos como strippers compitiendo por atraer a un cliente. Si los abuelos estaban por allí, se unían a la representación. Los pobres críos no sabían a dónde mirar: la tranquilizadora plenitud de los pechos de sus madres, los mustios pechos planos de la abuela con su larga experiencia, o el extraño montón de carne que el abuelo se agarraba en su envidia de pechos. Por mucho que lo intente, no puedo imaginarme una escena similar en una reunión de la Liga de la Leche.
En mis clases prenatales en un pequeño pueblo de Canadá, donde nació Calum, nos mostraron la lactancia materna con un vídeo de una madre sueca de aspecto especialmente atlético, que daba pecho a su niño pequeño mientras esquiaba. La clase se estremeció: “Claro que es genial para los bebés, pero cuando ya empiezan a hablar y a andar…?”  Todas parecían de acuerdo. Yo me callé.
Me tocó a mí sorprenderme cuando una de mis amigas mongoles me dijo que había tomado leche materna hasta los nueve años de edad. Me quedé tan boquiabierta y estupefacta que al principio me lo tomé a broma. Viendo ahora que mi hijo se destetó justo después de cumplir los cuatro años, me avergüenza un poco mi inflexible incredulidad. Aunque nueve años sea bastante edad para tomar el pecho, incluso para los mongoles, no está fuera del rango.
Aunque no siempre era fácil hablar sobre conceptos como “destete voluntario” con mongoles debido a la barrera idiomática, dar pecho “a largo plazo” parecía ser la norma. Nunca conocí a nadie que diera pecho a dos niños, lo cual me sorprendió, aunque debido a que los intervalos entre hijos son bastante largos, la mayoría de los niños dejaban de mamar entre los dos y los cuatro años.
Según UNICEF, en 2005 el 82 por ciento de los niños de Mongolia seguían con lactancia materna entre los 12 y los 15 meses y el 65 por ciento seguían entre los 20 y los 23 meses. El último hijo parece que simplemente continúa, de ahí la niña de nueve años que tomaba pecho, y si la sabiduría popular no se equivoca, de ahí la fama de Mongolia en el boxeo.
Cuando a los tres años Calum seguía tomando pecho con el entusiasmo de un recién nacido y yo me preguntaba cómo surgiría el destete, sentí curiosidad sobre qué animaba a los niños mongoles a destetarse solos. Algunas madres me dijeron que su hijo simplemente perdió el interés. Otras dijeron que la presión de grupo tuvo que ver, (he oído a adolescentes mongoles burlarse de otros diciendo “¡Quieres los pechos de tu mami!” del mismo modo que se dice “¡Corre con tu mamá!”). Cada vez más a menudo, las obligaciones del trabajo obligan a destetar antes de lo habitual: los niños a menudo pasan el verano en el campo mientras que la madre se queda en la ciudad trabajando, y durante esta larga separación a la madre se le retira la leche.
Mi amiga Buana, de veinte años, me contó su lactancia, digna de medalla de oro: “Me crié en un yurt lejos, en el campo. Mi madre siempre me decía que me la bebiera toda, que era buena para mí. Yo creía que todas los niños de nueve años lo hacían. Cuando fui al colegio, lo dejé.” Me miró con un brillo travieso en los ojos “ Pero aún me gusta beberla a veces”.
Destetarse me parecía un suceso bastante definido. Siempre esperé que, en algún momento, las tomas se reducirían y seguirían reduciéndose hasta que cesaran por completo. Se me retiraría la leche y ya está. Bar cerrado.
En Mongolia no sucede así. Hablando de lactancia con mi amiga Naraa, le pregunté cuándo su hija, entonces de seis años, se había destetado. “A los cuatro años” me contestó, “a mí me entristeció pero ella no quería tomar teta más”. Entonces Naraa me dijo que la semana anterior, cuando su hija había vuelto de una larga estancia en el campo con sus abuelos, quiso tomar teta. Naraa la complació “Me imagino que me había echado mucho de menos” explicó, “y fue bonito. Por supuesto, yo no tenía leche, pero no le importó”.
Pero si “destetar” significa no volver a beber leche materna, entonces los mongoles nunca se destetan del todo, y esto es lo que más me sorprendió de la lactancia en Mongolia. Si los pechos de una mujer están ingurgitados y su bebé no está cerca, irá sencillamente preguntando a sus familiares, de cualquier edad o sexo, si quieren beber. A menudo las mujeres se extraen una taza de leche para sus marido para darles un capricho, o dejan una poca en el frigorífico para que cualquiera pueda servirse.
Aunque todas hemos probado nuestra propia leche, le hemos dado a nuestras parejas para que la prueben, quizá hemos echado una poca al café en una emergencia ¿no?, no creo que que muchos de nosotras la hayamos bebido a menudo. Sin embargo a todo mongol al que he preguntado me ha dicho que le gusta le leche materna. El valor de la leche materna está tan reconocido, tan firmemente arraigado en su cultura, que no se considera como algo sólo para bebés. La leche materna se usa comúnmente de forma medicinal, se les da a los mayores como una cura para todo, se usa para tratar infecciones oculares así como (dicen) hacer más blanco el blanco de los ojos y más intenso el marrón del iris.
Pero sobre todo, creo que los mongoles beben leche materna porque les gusta el sabor. Una amiga mía occidental que se extraía leche en el trabajo y dejaba la botella en el frigorífico de la oficina se encontró un día la botella medio vacía. Ella se rió: “¡Sólo sospecharía de que mis compañeros se beban mi leche en Mongolia!”
Vivir en otra cultura siempre te obliga a re-evaluar la tuya. No sé cómo hubiera sido dar pecho a mi hijo en sus primeros años en Canadá. La avalancha de observaciones positivas que recibí en Mongolia, así como la aceptación sincera de dar el pecho en público simplemente me asombró, y me dio la libertad de criar a mi hijo de una manera que me parecía natural. Además de las pequeñas diferencias en nuestras costumbres de lactancia, los detalles de cuánto y cuándo, concluí que había una diferencia más grande en nuestros métodos de crianza.
En Norteamérica valoramos tanto la independencia que aparece en todo lo que hacemos. Sólo se habla de qué come tu bebé ahora, y a cuántas tomas has reducido. Incluso aunque no seas la que hace estas preguntas, es difícil escapar de su impacto. Además se venden tantas cosas para que tu hijo se entretenga solo y te necesite menos que el mensaje es claro. Sin embargo en Mongolia, la lactancia no se identifica con dependencia, y el destete no es una meta. Saben que sus hijos crecerán; de hecho, un niño mongol normal de cinco años es mucho más independiente que uno occidental. No hay prisa por destetar.
Probablemente lo más valioso de criar a mi hijo en Mongolia fue que me di cuenta de que hay un millón de maneras de hacer las cosas, y que yo podía elegir cualquiera de ellas. Durante la lactancia de mi hijo tuve varias dificultades, y tomé y deseché ideas y prácticas en mi intento de forjar mi propio estilo. Me alegro de haber amamantado a Calum tanto tiempo: fueron cuatro años al final. Creo que la lactancia fue lo mejor para mi hijo, y que tendrá una influencia duradera en su personalidad y en nuestra relación.
Y cuando gane la medalla de oro de boxeo en la Olimpiadas, espero que me lo agradezca.

Nota: 1. UNICEF Childinfo, “Monitoring the Situation of Children and Women: Infant and Young Child Feeding (2000-2007)” (January 2009): www.childinfo.orglbreastfeeding_countrydata.php
Ruth Kamnitzer vivió durante tres años en una tienda tradicional de tela en la campiña mongola mientras su marido,Steve, llevaba a cabo unos estudios sobre el gato de Pallas de Asia Central. Es licenciada en Conservación de la Biodiversidad y hoy en día vive en Bristol, Reino Unido, con Steve y Calum.
Vía: Mimos y Teta. Texto traducido por Ana Isabel Chinchilla.